Los pioneros en mediación deportiva
Acaba de finalizar hace algo más de una semana el primer Curso de Experto en Mediación Deportiva, organizado por el Comité Olímpico Español, en colaboración con el Instituto de Derecho Público Universidad Rey Juan Carlos y el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, uno de los muchos cursos de mediación que se están desarrollando por todo el territorio nacional, a la luz de la nueva normativa sobre mediación civil y mercantil, pero el primero y único hasta el momento especializado en deporte.
Cuando me llegó la información, me atrajo más el apellido (deportiva) que el nombre (mediación). Y ello, porque desde hace ya unos cuantos años, en mi día a día profesional ha ido ganando terreno todo lo referente al derecho deportivo. Sin embargo, he de reconocer que, conforme se ha ido desarrollando el curso el nombre ha tomado la delantera sobre el apellido.
Confieso que acudí a la cita, no muy al tanto de la institución de mediación. Sí he tenido y tengo contacto con el mundo del arbitraje, fundamentalmente mercantil y deportivo, pero apenas había podido profundizar en el de la mediación, ya que en nuestro país ésta se ciñe fundamentalmente a los ámbitos del derecho de familia, laboral y poco más.
De todas las características de esta forma de resolución de controversias, la que más ha llamado mi atención ha sido la del papel de mediador. Tras casi diecisiete años de ejercicio de la abogacía, me he dado cuenta que de manera inconsciente, gran parte del tiempo lo he dedicado a mediar. Y digo inconscientemente, ya que no ha sido la voluntad la que me impulsaba a hacerlo, sino más bien la necesidad ante las carencias que presenta la vía por excelencia de resolución de conflictos: la judicial, (Juzgados absolutamente colapsados por falta de medios, y que muchas veces no resuelven con la eficacia que debieran las cuestiones que ante ellos son planteadas, excesiva demora, pasividad, criterios cambiantes dependiendo del órgano ante el que te encuentras, etc).
Lo que si desconocía, como digo, es el papel del mediador, que lejos de juzgar o arbitrar y desprovisto absolutamente de “imperium”, hace de traductor entre dos partes que tienen un problema (en mediación un asunto) y que no se entienden, aunque hablen el mismo idioma. Función mucho más difícil de realizar que la del Juez o el árbitro, ya que estos escuchan y deciden, mientras que el mediador escucha y tiene que hacer que las partes también lo hagan.
La verdad es que esta institución, que tiene sus raíces en el derecho anglosajón, donde su utilización está a la orden del día constituyendo en estos países una forma habitual de resolver conflictos de toda la índole (recordemos en 2.011 lockout en la NBA, resuelto a través de la mediación), llegando incluso, en algunos países, a estar institucionalizada. Muy lejos queda nuestro país de dicha cultura, pero la conclusión no puede ser otra que la de que hay que impulsar esta institución como fórmula perfectamente válida de resolver conflictos.
Entre pasillos la sensación de los asistentes al curso ha sido que de alguna forma el camino que hay por delante es largo y nada fácil, pues los fundamentos de la mediación están profundamente enterrados en nuestra cultura y tradición. Toca ahora cavar para sacarlos a la luz y que vuelvan a ser de utilidad. Desde luego si hay un momento propicio para ello, es el que nos ha tocado vivir, con una Administración de Justicia superada con creces por la realidad y que no está preparada para dar respuesta a todos los requerimientos que llaman a su puerta. Debe de ser la voluntad política en primera instancia, a través de las instituciones públicas, y privadas, y nosotros en última, los que tenemos que comenzar a cavar.
El mundo del deporte, que circula por vías de alta velocidad, debe también de fomentar la utilización de este medio para resolver sus diferencias. A la premura, se añade en éste caso la confidencialidad que tiene el proceso de mediación, característica de la que carecen los otros medios de resolución de controversias, y que puede ser muy interesante en éste ámbito.
Este curso no se si me hará o no un buen mediador, pues el futuro está por llegar, pero lo que sí me ha hecho es mejor abogado. Desde aquí, quiero dar las gracias a todas las personas que han hecho el curso posible. Desde el personal del COE, a todos los ponentes (de gran prestigio todos ellos), la organización y las instituciones que lo han amparado, y por supuesto a los compañeros que han asistido al mismo. Ahora nos toca a nosotros, y a las instituciones, continuar con la divulgación de éste apasionante modo de resolver controversias.
Javier Pérez Villa.